miércoles, 13 de agosto de 2014

La Celestina. Cenando en una cueva



  Dicen que uno no es profeta en su tierra y camino llevaba de convertirse en verdad en la Puebla de Montalbán, dónde nunca he sabido dónde mandar a comer a la gente. Porque hasta ahora la única manera de comer bien en mi pueblo era gastándose el dinero en un restaurante de cierto lujo y cierta fama del que quizá hable en otro momento.
  Bueno, a todo esto, La Puebla de Montalbán (Toledo), es cuna de Fernando de Rojas y de otros personajes ilustres como el Cardenal Pacheco o el médico de Felipe II, Francisco Hernández. La plaza mayor de planta cuadrada alberga los soportales con bares y comercios a un lado, el palacio de los duques de Osuna en el costado opuesto y la iglesia parroquial del siglo XVI frente al ayuntamiento. Una plaza hasta hace poco muerta y ahora llena de vida gracias a las terrazas.
  Pared con pared con el Ayuntamiento y frente a la iglesia se encuentra el restaurante que nos ocupa: Restaurante taberna La Celestina.

  El local, como otras muchas casa pueblanas, tiene una cueva que en este caso ha sido totalmente restaurada y dividida en varios salones de distinta capacidad. Está todo decorado con aperos de labranza y revestido de ladrillo toledano.
  La cena en esta ocasión era una reunión de siete amigos, todos pueblanos, aunque no todos residentes allí y con más ganas de hablar y reír que de criticar la comida.
  Tomamos unas cervezas y unos vinos antes de bajar a la cueva y dado lo angosto de la entrada tuvimos que estar moviéndonos cada vez que pasaba el camarero. Tiene una carta de vinos escueta pero muy buena y con precios contenidos. Yo tomé Protocolo tinto de Tierra de Castilla. Muy bueno y a 1,20 € la copa.

  Para cenar habíamos acordado un menú de 15 euros que al final me pareció espectacular por cantidad, calidad y precio. Tengo pocas fotos de la cena, por lo animado de la misma, así que tendréis que fiaros de mi palabra.

  Como primeros tomamos espárragos blancos con langostinos, sopa de marisco, ensalada mixta y entremeses. Lo mejor sin duda los espárragos, de un tamaño considerable y sin muchas hebras. La sopa de marisco muy abundante, sabrosa y con mucho "escombro". Los platos mas flojos: la ensalada en la que abundaban la zanahoria en conserva y la remolacha (¡cómo no!) y los entremeses que no destacaban por su calidad pero que sí incluía una bola de ensaladilla que resultó ser lo mas interesante del plato.

  Como segundos platos todos pedimos o entrecot a la parrilla o solomillo al Cabrales. Los que pedimos entrecot salimos encantados por el tamaño, el punto de la carne, las patatas y el sabor. Por contra, los que pidieron solomillo acabaron decepcionados porque no era solomillo. Más bien se trataba de algún tipo de "escalopín" que no era lo esperado aunque estaba bueno.


   De postre todos tomamos helado en sus distinta versiones: copas, cucuruchos o tarta y lo acompañamos de un café y una copa o tónica ya en la terraza y fuera de menú.

  A destacar también el vino de la casa con el que acompañamos el menú: Rasgón de María syrah 2013. Vino de la Tierra de Castilla muy bueno, con aromas de fruta roja y paso por boca suave y con poca acidez.
  En definitiva, una cena que salió por menos de 20 euros con el vino/cerveza de la entrada y la copa/tónica del final. Servicio atento y amable aunque algo "verde" todavía. 
  Para repetir, sin duda.


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