jueves, 30 de enero de 2014

El syrah de la ribera del Pusa

  Como siempre, mis encuentros con los vinos son casuales, casi flechazos o amores a primera vista. 

  Este que nos ocupa hoy llegó a mí (literalmente) en el curro. Donde yo trabajo vendemos un poco de todo, también vinos que oscilan entre lo deleznable y lo correcto, a unos precios nada baratos, naturalmente. 



  Lo primero que me llamó la atención fue la etiqueta, cosa lógica porque es la carta de presentación de un vino del que no tienes noticias. En este caso es una etiqueta sobria, sin fotos de viñas, campos o racimos, en la que predomina el negro y adornada únicamente por una flor de lis. (Valiente crítico estoy hecho, juzgando un vino por su botella...) 
  
  Se trata del vino Capilla del Fraile 2008, un vino de la Tierra de Castilla elaborado con uvas tan poco "castellanas" como syrah y petit verdot en las bodegas del mismo nombre en el término de San Bartolomé de las Abiertas (Toledo). Muy cerca la finca de Carlos Falcó en Malpica de Tajo, con quien comparte amistad y pasión por el aceite de oliva virgen extra. 



  Es este Capilla del Fraile un vino con una crianza de 12 meses en barricas de roble francés y un posterior "afinado" de dos años en botellero. A pesar de su alto contenido alcohólico (14,5%), sin duda influenciado un 40% de uva Petit Verdot, presenta una entrada en boca fresca, con buena acidez y se muestra sabroso y amplio con un retrogusto potente. En nariz también se muestra potente con notas sobre todo de fruta madura y especias, incluso cacao. En cuanto al aspecto visual presenta un tono rojo picota y una lágrima brillante y de buena densidad. 

  Como en todos los vinos de crianza prolongada, se recomienda acompañarlo con carnes rojas, asados, quesos curados...pero yo recomiendo maridar el vino con la mejor compañía, y así lo hicimos gracias a nuestra anfitriona, Arantxa. 


  Se trata de un vino mas que correcto y con un precio de 5.60 euros.


martes, 21 de enero de 2014

Master's la ginebra resultona


  No cabe ninguna duda de que asistimos a una burbuja "gintoniana". No hay bar, taberna o cuchitril que no ofrezca ginebras mas o menos premium a precios desorbitados, con hielos que desmerecen la nobleza del gin tónic (mi amigo y gran entendido en la materia, Carlos Iserte, exige que laven los hielos antes de ponerlos) y lo mas grave: utilizando la infame tónica Nordic mist. 
  Por supuesto tampoco faltan en estos sitios de moda los botánicos: bayas de enebro, cardamomo, pepino, corteza de limón o pimienta rosa. Muchas veces usados a granel y que, lejos de mejorar el combinado, lo convierten en algo desconcertante pero digno del mejor "postureo".  

  
  Dicho esto, afirmo solemnemente que soy un defensor de la ginebra y del gin tonic pese ser la moda del momento, y que hago una selección de ginebras por precio (desechando las mas caras, por su puesto) y consumidor confeso de tónica Schweppes.
  La ginebra Gin Masters es una ginebra "premium" elaborada en España por la familia Giro (seguro que os suena Gin MG). Es una ginebra del tipo London Dry Gin y triple destilación. Partiendo de un alcohol de 96º y por destilaciones sucesivas se obtiene una ginebra de 40º de alcohol. En la segunda y tercera destilación es cuando se la añaden los botánicos (enebro, cilantro y cardamomo) y un toque cítrico obtenido con la maceración de cáscaras de naranja dulce y amarga durante 12 meses y su posterior destilación.

  Según mi cata, nada profesional, puedo decir que lo primero que llama la atención su aspecto limpio, cristalino y brillante así como su aroma muy delicado que recuerda a pino, a hierba fresca y toques de naranja.


  Después de una breve cata la tomamos mezclada con tónica Schweppes  con una rodaja de limón como todo acompañamiento, y resulta de lo mas refrescante.

  Resumiendo; una ginebra "buena, bonita y barata" para quedar bien sin arruinarse.





viernes, 10 de enero de 2014

Llegamos al norte (El Siete puertas)

  Tardamos años en viajar al norte peninsular. Nos parecía oscuro, triste, con poca vida social... ahora sé lo confundido que estábamos.

  Caímos casi por casualidad en Asturias, por suerte en Llanes la "capital" de oriente asturiano, y nos quedamos tan prendados de esta tierra que hemos vuelto a la menor oportunidad. 

  Llanes es mar a un lado y al otro lado la sierra del Cuera; la senda costera que te acerca al mar y a sus asombrosos "bufones"; el paseo de San Pedro con bancos que miran al infinito; las playas de Toró y el Sablón; los cubos de la memoria de Ibarrola; las casonas indianas; y por supuesto la gastronomía, Porque en Asturias hay vida mas allá de la fabe, la sidra y los chigres.

  Este restaurante lo descubrimos la primera vez que fuimos a Llanes gracias al "boca-boca" de los internautas, y se ha convertido es nuestro restaurante de referencia siempre que vamos por Asturias. Hablamos del Siete Puertas, un restaurante que pese a estar en el centro mismo de Llanes y siendo lugar de paso obligado para visitantes, se ve que no es el típico restaurante para turistas, de aquellos de "a ave de paso, cañazo". Se trata de un restaurante con una decoración elegante, fina vajilla y cubertería, manteles y servilletas de tela y todo un sin fin de detalles que lo alejan mucho de lo que entendemos por un restaurante para turistas o de menú. Porque esa es otra, se come de escándalo con cualquiera de sus menús.


  Antes de entrar en el tema gastronómico, he de decir que el trato es realmente exquisito. No importa que esté lleno, que no haya mesa o pidas el menú más barato. El cliente (que al fin y al cabo es el que paga) siempre es atendido con amabilidad y eficacia. Puedes elegir entre el salón y la terraza, esta última situada en una plaza pintoresca y acondicionada para invierno y verano.

  La cocina la maneja a la perfección el chef vasco Mario Lázaro que además de gran cocinero (no en vano ha trabajado con el tres estrellas Michelín, Eneko Atxa) es un excelente anfitrión. Basta que hayas ido dos veces al restaurante para que salga a saludarte y a recomendarte algún plato.

  Empezaré diciendo que es la tercera vez que vamos a Llanes y la quinta vez (creo) que comemos en el Siete Puertas, eso ya es una garantía de que no defrauda ni un ápice. Cuando uno tiene una primera experiencia magnífica, el peligro es idealizarlo de tal forma que las sucesivas puedan resultar algo decepcionantes. En el caso del Siete Puertas nunca hemos salido con esa sensación; al contrario nos parecía que estábamos descubriendo algo nuevo siempre.

  El primer día, al ser entre semana, optamos por el menú de 12.50 € que es espectacular, por precio, por calidad del producto, y por servicio. De entrada te obsequian con el aperitivo de pastel de cabracho o merluza (según el día o el mercado) con salsa rosa, cebolla caramelizada y pan tostado, ¡está buenísimo! pero conviene no acabárselo si quieres comerte todo lo demás.


  De primero optamos por un clásico de la casa: la ensalada de mar y tierra, que liga magistralmente setas, calamares, lechuga... y por una sorpresa: las "Kikas" de marisco (bautizadas así en honor a una tía del chef),  y que son una explosión de marisco dentro de un saquito de pasta brick con una textura que recuerda a la brandada de bacalao.


  Para el segundo plato pedimos solomillo albardado con beicon realmente tierno y jugoso y presa al Cabrales también magnífica. Creo recordar que estos dos platos son nuevos en el menú y desde luego han resultado un éxito.


  Por último tomamos un surtido de postres caseros que hasta a los más golosos dejaría exhaustos: tarta de chocolate, suave y que a mi me recuerda a la Nocilla de mi infancia; tarta de almendras con un toque salado realmente sorprendente y tocinillo de cielo con una textura sedosa que me ganó para la causa. 

  Vamos, divino.


domingo, 5 de enero de 2014

Flavium premium 2008.

 Uno tiene sus manías, y una de ellas es la de comprar vino de las zonas que visito, normalmente fuera de temporada de verano y lejos de la costa. Otra manía es la de huir como alma que lleva el diablo de las tiendas para turistas y si hace falta acabar mirando vinos en un supermercado.
 Así es como descubrí el vino que nos ocupa hoy, el Flavium premium 2008.
 En el mes de junio de 2012 pasamos una semana en León, y después de visitar la capital, las cuevas de Valporquero, hoces de Vegacervera y demás lugares reseñables era obligado visitar Astorga, Ponferrada y las Médulas.  Precisamente fue en Astorga, capital de la Maragatería, donde di con este vino, por supuesto en un supermercado Gadis de los que por aquella zona abundan y cumpliendo la ley no escrita de que no sobrepasara los cinco euros/ botella.


Se trata de un vino elaborado con uvas de la variedad Mencía, la predominante en la D.O  Bierzo a la que pertenece, y envejecido durante 18 meses en barricas de roble americano en las bodegas de Vinos de Arganza en el término de Toral de los Vados.
 Los vinos los recuerdo siempre asociados a un evento gastronómico, y este Flavium aparece ligado al jamón ibérico, las setas y los chuletones de Cadalso con los que nos obsequió nuestro amigo Roberto. Era un vino desconocido para todos, pero ya al primer sorbo nos sorprendió por su frescura para un vino de esa crianza, por su aroma potente, sus evocaciones de fruta madura y su poca astringencia o "rasposidad".
 Pasé mucho tiempo buscando este vino por mi zona, y a punto estuve de volver a Astorga a comprarlo... y a comernos un cocido margato. Finalmente lo encontré en Alcampo al precio espectacular de 3.25 euros.
 Tiempo después del primer encuentro con este vino me enteré de que el prestigioso -y controvertido- crítico estadounidense Robert Parker le había otorgado 90 puntos en su prestigiosa guía.
¿Qué suponen estos 90 puntos? un éxito de ventas, por supuesto y un reconocimiento a este vino en base a los gustos del señor Parker. Nada mas, en última instancia cada uno es el crítico mas feroz en su casa. 



sábado, 4 de enero de 2014

Ginebra Toledana

   En los últimos años hemos asistido al boom de la ginebra en nuestro país, siendo múltiples las marcas disponibles en el mercado. Pero hoy en El comercio y el bebercio os vamos a hablar de una que nos pilla cerca.

  El pasado mes de septiembre se presentó en Toledo la que será la primera ginebra toledana, elaborada por la empresa Licores Caro en Yepes.

  Se trata de una Ginebra Premium, un producto de características especiales y calidad superior a la media y que ha tomado su nombre del año en el que el rey castellano Alfonso VI entró con sus tropas en Toledo reconquistando la ciudad para la causa cristiana. Con ingredientes naturales de cebada sin maltear y bayas de enebro, aromatizada con raíz angélica, cardomomo, piel de cítricos (naranja y limón), canela, azafrán y, lo que es más importante, toques sutiles de cerveza, gracias a la colaboración del maestro cervecero toledano, Fernando Campoy, autor de la conocida Domus.
  El experto gastronómico Federico Oldenburg puntúa la calidad de "notable".

viernes, 3 de enero de 2014

Restaurante Savor

  Fuensalida era hace dos décadas, con el permiso de Elche, la capital del calzado. Se contaban por docenas las fábricas de zapatos y por cientos los trabajadores que venían a diario de pueblos vecinos. Con la "invasión" de calzado chino, la inmensa mayoría de fábricas cerraron y el negocio se reconvirtió en la venta al por menor de calzado, no necesariamente hecho aquí, ni en España.
  Es precisamente en la "calle de las zapaterías" (Avenida Cristo del Amparo) donde se encuentra ubicado el Restaurante Savor, en lo que hasta no hace mucho fueron los Salones Mily. 



Al tratarse de unos salones de boda, el espacio es enorme y se utiliza como bar, restaurante, discoteca... casi a la vez. Precisamente para intentar paliar la sensación de "hospital robado" han tratado de acotar el espacio con lonas a modo de "photocall" y cortinas de diversa índole y estilo aprovechando las numerosas columnas de la sala. El mobiliario, quizás por lo desmesurado del tamaño del local, combina sillas de tres clases diferentes, mesas bajas  modelo "Lack" de Ikea de 9.95 euros, taburetes, sillones bajos, una máquina de dardos, una vitrina refrigerada apagada... todo muy destartalado.



Nos acomodaron en una mesa después de una larga espera en la barra de la entrada, ya que había dos camareros para toda la sala y no demasiados hábiles, por cierto. Una vez en la mesa nos encontramos con manteles y servilletas de papel y tenedores de tres puntas.
 Era domingo y optamos por un menú "especial" que no incluía postre y que costaba 13.50 euros. Para los primeros pedimos revuelto de setas con gambas y surtido de ibéricos, queso y croquetas. Las setas tenían toda la pinta de ser congeladas tipo Mercadona por el tamaño, la textura, el agua que soltaban y la falta absoluta de sabor. Ni sabían a ajo, ni a gambas ni mucho menos, a seta. El surtido de ibéricos se componía de dos rodajas de chorizo, dos rodajas de salchichón y dos de lomo. El chorizo y el salchichón estaban aceptables de sabor y curación, el lomo era cabecero y y ni por asomo ibérico, además de que estaba frío y tenía la sal por fuera de haberlo sacado de la nevera. Acompañaban a los embutidos una bola de ensaladilla regada con reducción de balsámico para acabar con cualquier matiz de sabor; y dos trozos de queso curado que resultaron lo mejor del plato. Las dos croquetas congeladas, infames.




 Entre los segundos platos, había presa ibérica, entrecot, solomillo, bacalao y albondigas. Aunque a la hora de pedir, el camarero nos indicó que no quedaba presa (nuestra opción) ni "almóndigas". Visto lo cual, optamos por solomillo y entrecot, dos clásicos.
 El entrecot, tratándose de un menú, tenía buen tamaño y aunque el camarero no preguntó por cómo queríamos la carne, acertó con el punto. La carne aunque tierna, tenía un exceso de cartílago y grasa no sabemos si achacable al carnicero. Lo acompañaban unas patatas que mas eran hervidas que "panaderas", sosas y con exceso de hierbas.


El solomillo iba sobre una cama de patatas panaderas y una salsa de setas a todas luces de sobre. Resultó anodino y no le hacían ningún favor las patatas "panaderas" y la susodicha salsa de setas con pinta también de Mercadona.


 No tomamos postre porque no lo incluía el menú y porque estábamos un poco cansados de la espera entre plato y plato. Además de que empezaba a notarse frío en la sala por su tamaño y por la puerta abierta de la entrada.

 Resumiendo: para no volver.